El mundo del fútbol se cae. Messi, en una decisión que no sabemos si fue por la calentura del momento o algo premeditado, tiene una salida prematura del fútbol de selecciones. Con 29 años recién cumplidos y con mucha historia por escribir, Messi ha querido cerrar un capítulo amargo en su historia. Lo que alguna vez fue un sueño se ha convertido en una pesadilla.
Los medios han explotado con especulaciones. Las criticas y las defensas llegaron segundos después del anuncio. Se han creado campañas para convencer a la pulga de que no se vaya, que siga luchando. Y en medio de este torbellino de información y opiniones, tenemos que desconectarnos de las redes sociales y tomarnos un momento para reflexionar. ¿Qué hizo que Messi tomará esta decisión tan drástica? ¿De verdad cree que si no pudo lograr un título ahora, no lo logrará nunca? ¿Es por que ya no aguanta la presión de su alrededor, que le exige lo que nunca se había exigido a ninguna otro jugador en la historia? ¿Fuimos nosotros los que causamos esto?
Eso solo lo sabe Messi. Y tal vez en algún momento lo compartirá con nosotros. Quizá no. Pero lo que tenemos que recordar es que los jugadores no son dioses. No son de otro planeta. Son seres humanos, de carne y hueso, con ilusiones y miedos. Seres humanos que tienen aciertos y que se equivocan. Y cuando no los tratamos como lo que son que son, podemos llegar a destruirlos.